martes, 18 de noviembre de 2014

Bella durmiente.

Soltó amarres de su postura vertical, dejando que la gravedad atrajera aquellos dos cuerpos presentes. En la caída, la cabeza y el cuerpo partieron a distintos rumbos. Tras el impacto, su cuerpo tocó fondo en la extensa hierba verde y su cabeza, sin embargo, decidió sostenerse sobre las rodillas de él.
Uno contemplaba el paisaje desde arriba, admirando cada parte de su cuerpo. Y la otra con mirada entornada, intentaba hacerlo desde abajo.
A él se le abría la boca, a ella se le cerraban los ojos. Mi bostezo iniciaba el sueño y su parpadeo lo culminaba. Plácida y muy tranquila... Atrapada en un sueño escrito en relatos.
Con beso de ensueño destruyó el maleficio, dejando un sabor a perdices.

El cuento estaba repleto. Un príncipe. Un final esperado. Una bella durmiente con un villano malvado.

domingo, 7 de septiembre de 2014

La huella.

Desenfundó su barra de labios, la deslizó por la parte superior y luego por la inferior de su boca, exclusivamente por ese orden. Su textura se definió, el volumen de su labio inferior aumentó a groso modo, dejando un aroma inconfundible.
Mordió una servilleta para eliminar el sobrante y tras ese gesto decidió pasar a la acción.
Un beso fugaz y una huella plasmada, con el color rojo cereza, en mi piel. Catalogando su tamaño y silueta a la perfección.


Lo que empezó siendo un beso inocente, acabó con un tatuaje absorbido por mis poros y quedando así una huella, bajo la piel, de por vida. 

martes, 5 de agosto de 2014

Equilibrio mental.

Un cuerpo en espera, a su llegada. Los pies desfilaban por el filo del acantilado, a unos 30 cm de profundidad, los brazos actuaban como acróbatas de circo sobre la fina cuerda de sus rodillas y el resto del cuerpo se mantenía en equilibrio contrarrestando el peso de una mochila sobre un trapecio callejero. La mente fría, la mirada hacia delante. Primera y única normal del equilibrista: “Nunca mires abajo”.


martes, 8 de julio de 2014

Estrella de los vientos.

Diez pasos en linea recta, dos a la derecha y cinco más hacia la izquierda, eran las coordenadas de un tesoro plasmado en un mapa pirata.
Riqueza cubierta de algodón y seda. Medidas de oro en paño y un valor incalculable.
Una llave de bronce, alojada con descuido sobre una leja, de mediana estatura. Pudiendo abrir la cerradura sin picaporte.
La brújula marcaba al norte, el acantilado de sus pestañas para dejarse caer al vacío de su boca. En el sur se resguardaba lo prohibido, infinidad de buques acabaron bajo sus aguas.
El este y el oeste, no recibían mejor trato, montañas rocosas impedían su total visión.
Me despojé de aquellos arrapos y me adentré en busca de algo más valioso que el oro.



La vida pirata es la vida mejor”

martes, 1 de julio de 2014

Al volante.

Ella me miró a través del parabrisas, mientras yo obstaculizaba su camino. Le guiñaba un ojo y ella me lo devolvía mordiéndose el labio. El ralentí de su coche y mi pulso iban a las mismas revoluciones. Teniendo en su poder el pedal que nos hacía acelerar.
Apretó con fuerza el volante, jugueteó con el acelerador y sus ojos se clavaron en mi.
Estaba dispuesta a abalanzarse.

La temperatura evaporaba las feromonas expulsadas, el sudor competía en largas carreras descendentes y en el asiento trasero del coche quedó una huella plasmada de por vida.


martes, 17 de junio de 2014

Locura y Paz.

Yo representaba para ti un baño de espuma, con sales minerales y fragancias aromáticas. Una tarde de infusiones, té y otros relajantes predominaban.
Yo era tu paz, tu calma, tu armonía.
Tú eras mi locura, mi arrebato, mis ganas de vivir. Representabas la cafeína que fluia por mis venas. La que brotaba de tu mirada, eso explicaría mis noches sin dormir.
Una leche manchada, un café con leche o un cortado con Baileys. Decorando con dulzura el nerviosismo provocado en pequeñas dosis.
Como Julieta te asomabas por la puerta, simulando un balcón, mirando hasta que se me perdía de vista.
Como Romeo, saltaba y me dejaba caer de la barandilla blanca, como si fuera una escalera de hiedra enrevesada. Atravesando un bosque peliagudo, de curvas pronunciadas, desprendimientos a todo trapo y ramas caídas, sobresalientes, que intentaban golpear a cualquier pasajero.

Acompañado por un amigo pelirrojo. A veces tímido, a veces temerario.

viernes, 23 de mayo de 2014

El primer encuentro.

Mis pies aterrizaron en aquella tierra asfáltica, un lugar por donde nunca habían caminado. Los herretes, colganderos, flotaban por encima del rugoso suelo. Y las suelas se iban desgastando por la brusquedad de la pisada.
En una esquinera, reposaba mi cuerpo, esperando una aparición, una visión o quizás tan solo un espejismo. El corazón se aceleraba con la espera, las rodillas claqueteaban, agrietando las losas de aquella fachada y el pestañeo de mis ojos fotografiaba el entorno en busca de evidencias.
Confeti por las calles, banderillas de pared a pared y cuadrillas haciendo eco en los callejones.
Al final de la calle una silueta cabalgaba a 8 cm del suelo. Las gafas de sol disimulaban la dirección de mis ojos. Y sin saberlo ahí empezaría mi historia del 23. Mejor dicho, nuestra historia.


Ese día empezó esperando en una esquina y ahora, estoy buscándote por todos los rincones.

¡¡ F E L I C I D A D E S !!

https://www.youtube.com/watch?v=h03s5xa0Lu4

martes, 13 de mayo de 2014

7 vidas.

Con un traje de noche sustituye el cascabel por la pajarita. Un aristogato saxofonista.
Felino con sombrero de copa y trazas de galán. Ronda por el barrio con desfile de modelo, con aire pintoresco, unos ojos de caramelo. Y apetito devastador.
Un proscrito de Sherwood, un mosquetero con botas, una pantera en miniatura...

Su cuerpo de cenizas, sus zarpas de porcelana y colmillos de alfiler.
Recorre mundo, sin rumbo, con su maullido quebrado. Provoca estampidas en el desfiladero donde no llevan a ninguna parte.
Porque siete vidas pueden dar para mucho.


“Pequeñito pero matón”.

lunes, 7 de abril de 2014

Raices.

Se dejó caer, como hoja que cae en otoño, que no quiere crecer, muriendo en una montaña de colores pajizos y caducados.
El viento arrastró la cumbre de hojas, que manifestaban su rebeldía caduca. El naranja predominó sobre el verde pradera, dando a conocer la verdadera edad de sus raíces.
El sol se colaba entre los huecos se su calvicie, mostrando vistas que en otras estaciones no llegábamos a ver. Y poder así descubrir chabolas de barro y leña.

Aquel lugar dejó de ser, por una temporada, mi lugar de acogida, mi refugio, mi sitio favorito donde poder descansar. La sombra que proyectaba aquel vejestorio de madera cambió, quedando el vacío entre sus ramas. El sol recayó por el oeste. Quedando una bonita postal, saturada, del paisaje y con retoques en sepia,

Para nosotros la edad nos pasa factura, para ellos son las estaciones.


lunes, 24 de marzo de 2014

La chica explosiva.

Tu mirada tenía síndrome de mira telescópica, ya que me divisabas desde la distancia. El camino que nos separaba era la trayectoria, de tu cuerpo proyectado, que recorría para impactar contra el mío. La metralla residía en tu boca, encendiendo la mecha. Tu cuerpo lleno de pólvora creaba cenizas incandescentes.
Un disparo certero te bastó para atraparme. El orificio de bala marcó tu inicial a fuego y el hollín del cañón escribió el resto de tu nombre.

lunes, 3 de marzo de 2014

Archer.

Su rostro se camuflaba bajo la capucha, ocultando aquella mirada furtiva que se conectaba directamente con las yemas de sus dedos. De ellos brotaba la magia y sobre todo la puntería.
Donde ponía el ojo, ponía la bala. Su cañón era la puntiaguda flecha, su cargador se alojaba reposante en una vaina tras la espalda y el gatillo era un fino cordón que tensaba el resto de la estructura del arco.
Divisó su objetivo, un blanco en movimiento, con una diana tan grande como la de su corazón. Una forajida con vestimentas de pirata disparaba a diestro y siniestro hacia mi persona.
El arco tenso como mi espalda, la flecha impaciente como su mirada, los nervios y el pulso gritaban a flor de piel. Ahí fue donde puse el ojo, impactando en su motor de combustión sanguínea.

El bosque se quedó en silencio, ambos petrificados y el único ruido que se escuchaba era el cruce de sus miradas. Una pequeña llama brotó en su corazón, provocando así un incendio en sus cuerpos.


jueves, 20 de febrero de 2014

Masajista.

Poseías un arma más infalible que una granada de mano. Despojándote de tu anilla podías ocasionar una explosión en cadena sobre mi espalda. Con las manos podías hacer gritar, a los cuatro costados del mundo, un placer sanador.
Tus manos y mi cuerpo se imantaron, quedando atrapados en un campo magnético.
Tumbado y relajado. El alma quedó aferrada al cuerpo para sufrir la misma condena.
Los hombros se quejaban con la primera pasada, la espalda... tan solo gozó en silencio.
Las extremidades declararon su lealtad ante ti, cada tejido aclamaba tu nombre y mi pecho, envidiado, esperaba su turno. Estaba en tu poder.
Tu juego de manos era lo prohibido, recorriendo todos los recovecos de mi espina dorsal.
Al terminar la sesión, la atracción de tus manos menguó, liberándome de aquella fantasía terapéutica. Desperté de aquel sueño, volví a poner los pies sobre la tierra y despegué de ese lugar.

"El lenguaje profundo de las manos"

sábado, 15 de febrero de 2014

Shooter.

Empapé el espejo del baño buscando algún último mensaje que me hubieras dejado, aunque me equivoqué. Ahí no había nada más que suciedad y soledad en el reflejo.
Abro la ventana, por si mis miedos quieren saltar al vacío.
A lo lejos tu ventana y tu presencia asomada al balcón. Me guiñabas un ojo y no era por cortesía. Sostenías un arma de destrucción a distancia con mira telescópica y puntero laser. Un led enrojecido, una línea fina de fibra óptica apuntaba a mi pecho...

Apretaste el gatillo. La bala siguió la trayectoria marcada en su objetivo. Impactando directo en la diana, justo donde había puesto la mirada. Atravesando el torso, sin piedad, llevándose todo tejido que se ponía en su camino tras salir por el dorso. Una herida que con el tiempo llevaría tu nombre. Sangrando y mal herido, esperaré que el orificio de bala cicatrice, mientras tanto, seguiré siendo un puto yonki que se droga sin ganas.

lunes, 10 de febrero de 2014

Caminos peligrosos.

Un ligero dedo se desliza por una fina piel, tensa, suave y sobre todo de aquella mujer.
Recorriendo una empinada espinilla para llegar a la primer rotonda de aquella bonita pierna, “la rodilla”, girando tantas veces con el dedo por esa rotonda buscando la salida más adecuada.
Me divido en dos, ambos tomamos el mismo camino sobre una ladera más blanda e igual de empinada, “el muslo”.
En este punto marchamos cinco, y proseguimos el camino. Todos seguimos recto, hacia arriba, tapándonos con unas curvas muy peligrosas, “las caderas”.
Unas curvas tan pronunciadas y delicadas por su sensiblez, que cualquier motero acabaría por los suelos.
Cambiando de ruta, partimos hacia otra rotonda, con diferencia con respecto a la otra, siendo más peligrosa que la anterior. Incorporando un pequeño cráter “el ombligo”. Muchas leyendas hablan de esta circular, pero no perdamos mas el tiempo.
Giro brusco a la derecha, reduciendo el número de miembros, ahora somos cuatro.
Siguiendo el rumbo marcado.
Casi llegando a nuestro destino, nos encontramos con la frontera, mucho más peligrosa que la ruta 66.
Separándonos del otro lado, una pared con una mezcla de tela elástica, encajes negros y algún que otro lacito rosado.
La mitad de nosotros nos quedamos rezagados en tal cordenadas, restando solo dos.
Dos motores siguen por su jopete a golpe de gas, con el aire en contra, lágrimas que se quedan atrás, causadas por los vientos de la velocidad.
Ya casi llegando al destino… pasamos por un pavimento enrojecido, tal vez, ese color se deba a la extensa fricción de esa zona, “los labios”.

Nos topamos con algo peligroso, un camino fino, brillante y con zonas resbaladizas, “la nariz”. A velocidad moderada y con una relación de marchas altas conseguimos pasar el lugar, llegando a nuestro destino.
 Ojos grandes como platos, con un color muy cremoso y unas pestañas tan largas que se pierden en el cielo.

Así concluye mi trayecto en moto, descubriendo carreteras con las manos en un cuerpo de mujer.

jueves, 6 de febrero de 2014

Arenas del tiempo.

Una vez más el tiempo entró en escena, volteando de nuevo el reloj de arena. Volviéndose a escuchar el tintineo de la arena fina al caer. Y con síndrome de ceniza volcánica.
Dos compartimentos unidos por mundos paralelos, comunicándose entre sí. La cúpula superior pasado, la inferior futuro. Sobreactuando durante un tiempo determinado, para un posterior cambio de personalidad.
El tiempo es como una tela de araña, débil, fina y moldeable. Manteniéndose a flote con unos buenos cimientos, anclajes y unas buenas ataduras con lazos dobles cruzados. Yendo todo como la seda. 
Arañas con complejo de costureras, fabricantes del tiempo, tejiéndolo entre sus patas traseras. Moldeándolo a gusto del consumidor. 

lunes, 3 de febrero de 2014

Zocato.

 Los ojos derramaban lágrimas de sangre, inyectados con tal fluido. La mano izquierda, en forma de cabestrillo, se mantenía rígida y flotante por la soga que muchos ahorcados cayeron por no acertar la última palabra del crucigrama. Y un robusto martillo golpeaba con brusquedad la débil puerta de su mente.
Mi vela aún seguía encendida, vertiendo la cera al borde de la mesa. El papel y el bolígrafo murieron de soledad, arrastrando consigo las palabras que nunca llegaron a brotar...
El copyright se mantenía, pero el autor al margen, un tiempo, estaría.


Los relatos del manco zocato.

jueves, 30 de enero de 2014

Cebreado.

Ahí estaba su cuerpo en vela, a merced del invierno, apoyando sus brazos en la débil barandilla del balcón. La cabeza en los antebrazos, la nariz y la boca refugiados tras las mangas de la sudadera.
Las luces anaranjadas de aquellas bombillas alógenas de las farolas se reflejaban en los cristales de sus gafas. La brisa ponía su piel de gallina y sus ojos, furtivos, se fijaban en un punto exacto.
Un tramo, uniendo los dos extremos de unas casas por un paso de cebra y baldosas adoquinadas.
Para verla pasar. Para ver si sus deportes conjuntaban con su chaqueta deportiva, si su coleta ondeaba al viento con fuerza o simplemente para verla.
Recorriendo ese camino y desapareciendo en tan solo 6 pasos. 4 si decidías ir a paso ligero. 2 pasos de diferencia podrían significar un rápido vistazo de cuerpo o de medio.
El blanco de ese paso peatonal, iba perdiendo su blancura, blanco roto lo llaman ahora. Roto de tanto pisotearlo, de llevarte la tinta en la suela de tus zapatos y así poder recrear tú propio camino cebreado.
Restregando neumáticos ennegrecidos sobre aquellas líneas recién lavadas. Recién perfiladas y perfectamente alineadas. Tan solo te advertiré de su carácter en los días nublados, de su resplandor en los días más soleados y sobre todo en el origen de este código de barras.

La nariz y la boca se expusieron al frescor tras alzar la cabeza, los brazos la siguieron... Con la ventana cerrada, dio por finalizada la noche, impidiendo que su mirada cruzara la calle sin mirar en ambos sentidos.


martes, 28 de enero de 2014

Parcas.

La edad no perdonó a aquella mano vieja arrugada que garabateaba miles y miles de folios a las tantas horas de la madrugada. Los papeles se pusieron pajizos camuflándose en la mesa de madera mal barnizada. Y la pluma se había convertido en una parte esencial del mobiliario, quedándose unida por la tinta reventada de su cabezal.
La imaginación no me escaseaba, pero mis fuerzas apenas me mantenían en pie.
Una agrietada silla de madera quebraba mi espalda cada noche y una vela iluminaba línea a línea mis párrafos.
Recuerdo una noche en particular. El mercurio del termómetro quedó congelado, mi aliento, bajo cero, se dio a descubrir en forma de humo y la pluma dejó de escupir tinta.
Una segunda sombra rondaba en esa habitación, escondiendo su rostro en la oscuridad.
Ahí estaba ella, saliendo de la rinconera donde la luz de mi vela apenas llegaba.
El frío llegó con su presencia y se marcharía con ella, junto conmigo también.
Mis utensilios de escritura dejaron de funcionar a la misma vez que mi reloj digital estaba llegando a cero.
La parca dejó caer arena sobre la mesa, mientras me susurraba al oído la cuenta atrás.
Y mis últimas palabras no fueron dichas, si no, escritas. Esa fue mi última obra, el relato de mi vida.


 “A mi reloj le faltan horas”

sábado, 25 de enero de 2014

Jumeras y rastrojos.

Entonces fue como el frío volvió a recorrer su cuerpo de pies a cabeza, como un rayo que salió de la nada iluminando todo su interior. Las manos se volvieron de hielo, los nudillos se agrietaron y el bello reaccionó como la espuma. Las rodillas claqueteaban por su propio pie.
El alma se quedó petrificada, el bao empañaba el espejo e inundaba la habitación, provocado por el incendio de aquella calada de jumeras y rastrojos.
La lámpara empezó a dar calidez a aquellas desenfocadas paredes verdes de gotelé.


Con los brazos abiertos y la mirada perdida en el techo, pasa granito a granito mi reloj de arena.

domingo, 19 de enero de 2014

Bagheera.

Todo comenzó con su busca y captura. La veda se había abierto.
Ya me había sacado la licencia de peso ligero, lo básico entre las multitudes...
Con el tiempo adquiriría el de los pesos pesados pero hasta entonces tenía que buscarme algo pasajero hasta tal fecha.
Llevaba tu perfil anotado junto a tus dimensiones de 660cc de pura fuerza felina. Negra como la noche, ligera como una pantera, pelaje brillante e increíbles curvas salvajes. Una vez subido en tu lomo tu altura comprobé, tu rugido aceleró mi motor de combustión interna... Supe que eras para mí.

Fue la primera vez que  fui y con un solo disparo para darte caza.

miércoles, 15 de enero de 2014

Mi paracaídas.

Mis rodillas temblaban sin ni siquiera tener frio, mi mandíbula claqueteaba con los dientes, simulando a una metralleta en modo automático. Mi piel erizada tiritaba como un cuerpo desnudo a la intemperie. Y mis manos, contradictorias, sudaban sin cesar.
El arnés bien sujeto, amarres y mosquetones listos para volar. Mientras que tú me abrazabas por la espalda. Defendiendo mi retaguardia y el desplome de mi cuerpo al caer.
En primera línea, esperando mí turno, el empujón de salida estaba por llegar. A tan solo un pie de distancia. Saltando al vacío con confianza y de cabeza sin prejuicios. Con la fidelidad, por las nubes, en mi equipaje de mano aéreo. Segregando adrenalina por los poros de mi piel.
Un cordón de seguridad competía conmigo en la bajada, separando la caída libre por simples vistas al mar. Los nudillos se cerraban con dureza, aferrándose a la empuñadura. Que al final acababas cediendo...
Los rayos del sol se proyectaban en la brillante lona, reflejando un precioso arco iris bajo mis pies. Sin prisa y con cautela, con la cabeza por las nubes junto con el resto de mi cuerpo...


Allí arriba, todo se ve desde otra perspectiva, desde otro punto de vista... Evitando una caída en picado gracias a “mi paracaídas”.

http://www.youtube.com/watch?v=LbTplcVVWIs

domingo, 12 de enero de 2014

Caminante.


Un camino, consta de un tramo simple o complejo, que tiene su salida y su meta.
Recorres ese camino mirando si persisten esas mismas piedras con las que te tropezaste, si la hierba ha aumentado su densidad, que las colillas dejen el rastro de un fumador insaciado por su nerviosismo.
Lo recorres pisando fuerte, esquivando esa fila negra de trabajadoras que recorren contigo tu camino. Lo recorres con la cabeza alta y a su vez con ella baja, evitando las ramas caidas de aquellos árboles que contaron las veces que te vieron pasar.
El sol que deslumbra. La luna que ilumina. Día o noche, sin importar el cuándo.
Te encuentras atajos, caminos asfaltados, losas agrietas y otras que se perdieron de tanto galopar.
Se tratan de caminos, con un apodo a quién nombrar.

 “Sin caminante no hay camino, se hace camino al andar”.

http://www.youtube.com/watch?v=WUlXmMoh79U

domingo, 5 de enero de 2014

Dientes de león.


Las pestañas se jubilaron por antigüedad, quedando libres de pecado. Los deseos quedaron plasmados en el papel endeble de un contrato. Con aquellos dientes de león rondando por el aire, con garabatos que pactaban un acuerdo, sin leer la letra pequeña del final.

El pulso parecía firme y estable. Las pupilas se dilataban a cada segundo que el bolígrafo serigrafiaba aquella condena. Y las pulsaciones bombeaban sangre a aquella mano tonta que firmaba sin pensar.

jueves, 2 de enero de 2014

El cochero prisionero.

A la par y a trote ligero, tiraban con fuerza, por senderos y caminos, aquellos dos siameses jamelgos, de buena familia y un gran pedigrí. El pecho elevado, hacia delante, vista al frente y andares con elegancia. Arrastrando un cofre sobre ruedas, un baúl lleno de poliéster y seda. Posaderas y sillones de algodón, coloridos y con acabados de madera.
Un lazo en cada mano simulando que tengo el poder, procurando su tramo rectilíneo de aquel pedregoso camino. Soy un cochero prisionero con síndrome de jinete, custodiando a esos dos corceles. Encarcelados por grilletes de cuero, con una condena de por vida y la moral para el arrastre. Corrigiendo mi oscura vida de malhechor, en esta vida de cochero...
Su fachada de fina piel y crin decoraba el carruaje.
El alma era quién hacía el resto, tirando de su prisión realmente.
Por las noches un viejo candil minero calentaba mi hombrera izquierda a la vez que ilumina el pasaje. Con la visibilidad reducida y una brújula defectuosa.
Mi columna vertebral deberá acostumbrarse a esa inclinación de 65º, mis globos oculares irán perdiendo dioptrías con cada noche y mis huesos se irán aferrando a la humedad del crudo invierno.
Así sería mi cadena perpetua... de cochero perpetuo...

Al llegar a casa mi sombrero de copa reposará con un merecido descanso, ya que durante el trayecto se utiliza como gesto de saludo cordial ante los nobles y sus damas.

http://www.youtube.com/watch?v=T2DScVGCFeI