Ahí
estaba su cuerpo en vela, a merced del invierno, apoyando sus brazos en la
débil barandilla del balcón. La cabeza en los antebrazos, la nariz y la boca
refugiados tras las mangas de la sudadera.
Las
luces anaranjadas de aquellas bombillas alógenas de las farolas se reflejaban
en los cristales de sus gafas. La brisa ponía su piel de gallina y sus ojos,
furtivos, se fijaban en un punto exacto.
Un
tramo, uniendo los dos extremos de unas casas por un paso de cebra y baldosas
adoquinadas.
Para
verla pasar. Para ver si sus deportes conjuntaban con su chaqueta deportiva, si
su coleta ondeaba al viento con fuerza o simplemente para verla.
Recorriendo
ese camino y desapareciendo en tan solo 6 pasos. 4 si decidías ir a paso
ligero. 2 pasos de diferencia podrían significar un rápido vistazo de cuerpo o de
medio.
El
blanco de ese paso peatonal, iba perdiendo su blancura, blanco roto lo llaman
ahora. Roto de tanto pisotearlo, de llevarte la tinta en la suela de tus
zapatos y así poder recrear tú propio camino cebreado.
Restregando
neumáticos ennegrecidos sobre aquellas líneas recién lavadas. Recién perfiladas
y perfectamente alineadas. Tan solo te advertiré de su carácter en los días
nublados, de su resplandor en los días más soleados y sobre todo en el origen
de este código de barras.
La
nariz y la boca se expusieron al frescor tras alzar la cabeza, los brazos la
siguieron... Con la ventana cerrada, dio por finalizada la noche, impidiendo
que su mirada cruzara la calle sin mirar en ambos sentidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario