martes, 5 de agosto de 2014

Equilibrio mental.

Un cuerpo en espera, a su llegada. Los pies desfilaban por el filo del acantilado, a unos 30 cm de profundidad, los brazos actuaban como acróbatas de circo sobre la fina cuerda de sus rodillas y el resto del cuerpo se mantenía en equilibrio contrarrestando el peso de una mochila sobre un trapecio callejero. La mente fría, la mirada hacia delante. Primera y única normal del equilibrista: “Nunca mires abajo”.


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