Desenfundó
su barra de labios, la deslizó por la parte superior y luego por la
inferior de su boca, exclusivamente por ese orden. Su textura se definió, el
volumen de su labio inferior aumentó a groso modo, dejando un aroma
inconfundible.
Mordió
una servilleta para eliminar el sobrante y tras ese gesto decidió
pasar a la acción.
Un
beso fugaz y una huella plasmada, con el color rojo cereza, en mi piel.
Catalogando su tamaño y silueta a la perfección.
Lo
que empezó siendo un beso inocente, acabó con un tatuaje
absorbido por mis poros y quedando así una huella, bajo la piel, de
por vida.
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