domingo, 7 de septiembre de 2014

La huella.

Desenfundó su barra de labios, la deslizó por la parte superior y luego por la inferior de su boca, exclusivamente por ese orden. Su textura se definió, el volumen de su labio inferior aumentó a groso modo, dejando un aroma inconfundible.
Mordió una servilleta para eliminar el sobrante y tras ese gesto decidió pasar a la acción.
Un beso fugaz y una huella plasmada, con el color rojo cereza, en mi piel. Catalogando su tamaño y silueta a la perfección.


Lo que empezó siendo un beso inocente, acabó con un tatuaje absorbido por mis poros y quedando así una huella, bajo la piel, de por vida. 

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