Empapé
el espejo del baño buscando algún último mensaje que me hubieras dejado, aunque
me equivoqué. Ahí no había nada más que suciedad y soledad en el reflejo.
Abro
la ventana, por si mis miedos quieren saltar al vacío.
A
lo lejos tu ventana y tu presencia asomada al balcón. Me guiñabas un ojo y no
era por cortesía. Sostenías un arma de destrucción a distancia con mira
telescópica y puntero laser. Un led enrojecido, una línea fina de fibra óptica
apuntaba a mi pecho...
Apretaste
el gatillo. La bala siguió la trayectoria marcada en su objetivo. Impactando
directo en la diana, justo donde había puesto la mirada. Atravesando el torso,
sin piedad, llevándose todo tejido que se ponía en su camino tras salir por el
dorso. Una herida que con el tiempo llevaría tu nombre. Sangrando y mal herido,
esperaré que el orificio de bala cicatrice, mientras tanto, seguiré siendo un puto
yonki que se droga sin ganas.
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