viernes, 27 de diciembre de 2013

Tributo.

Me levanto como cada día, a las 8. Me tomo mi café en la penumbra de mi cocina. No solía durar mucho mi desayuno, pero algunas mañanas me sentaba en el sofá a pensar. "Soy un alma en pena", me suelo repetir, pero no me importa. Salgo de casa con la brisa mañanera, alzo los brazos y respiro hondo para coger fuerzas. No os lo he dicho, soy ese camarero que vive tras la barra y que a nadie parece importar.
Las 9:30 h, todavía no aparece nadie, mis pensamientos vuelven a brotar…
No me gusta fumar, pero algunas mañanas lo hago para quitarme el estrés.
Como cada mañana, aparece un cliente muy común, cuentan muchas historias sobre ella, pero tampoco sé que pensar.
Le sirvo su café, como cada día. Es curioso, viene todos los días a primera hora, se sienta solitaria en la terraza, se enchufa su cigarrillo y observa pasar a los hombres. Sí, es una mujer.
Aparenta ser una chica ricachona, algo inalcanzable para un tipo corriente como yo.
Mi cabeza me ha jugado malas pasadas, imaginando que estaba a mi lado, cosa que no pasará…

Barman: - Disculpe señorita, le pongo algo?
Mujer: - Lo que yo deseo no lo tiene en el menú…
Barman: - Disculpe?
Mujer: - Le puedo invitar a algo, después del trabajo, le recojo a las 6…


Dice la leyenda que existía una mujer que con su voz en gallina tu piel convertía, con su dedo índice maravillas hacía y con su mirada te derretía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario