miércoles, 18 de diciembre de 2013

A quemarropa.

Su cuerpo, negro mate con acabados metálicos, me trasmitía un impulso a posar delante de ella. Su ojo, con gran apertura, le brillaba, sus pestañas me flasheaban la silueta al sacudirlas con fuerza.
Me mirabas a través de una mira telescópica, muy parecida a la de un rifle de asalto.
Tus disparos impactaban en mi cuerpo sin dejar ninguna zona sin bombardear. La metralla que se alojaba entre la piel y el hueso, recreaban unos lunares a la perfección.
Una ruleta escogía el modo manual o automático, por si se hacía un combate cuerpo a cuerpo o desde la distancia.
Un campo de batalla simple y con pocos acabados, uniformes que tapaban lo justo y necesario...
En situaciones como estas no te sabría distinguir entre soldado raso o capitán. Mi camuflaje tapaba las vergüenzas que el uniforme no se atrevía a hacer.
- ¡Enemigo a las doce!
Se acercó a paso ligero con sus botas de asalto, por la espalda e infraganti...  Le besó a quemarropa.
La sala de torturas quedó manchada por el carmín de sus casquillos...
Aquel pájaro no cantó... aulló.


“Hagamos el amor y no la guerra”

No hay comentarios:

Publicar un comentario