jueves, 30 de enero de 2014

Cebreado.

Ahí estaba su cuerpo en vela, a merced del invierno, apoyando sus brazos en la débil barandilla del balcón. La cabeza en los antebrazos, la nariz y la boca refugiados tras las mangas de la sudadera.
Las luces anaranjadas de aquellas bombillas alógenas de las farolas se reflejaban en los cristales de sus gafas. La brisa ponía su piel de gallina y sus ojos, furtivos, se fijaban en un punto exacto.
Un tramo, uniendo los dos extremos de unas casas por un paso de cebra y baldosas adoquinadas.
Para verla pasar. Para ver si sus deportes conjuntaban con su chaqueta deportiva, si su coleta ondeaba al viento con fuerza o simplemente para verla.
Recorriendo ese camino y desapareciendo en tan solo 6 pasos. 4 si decidías ir a paso ligero. 2 pasos de diferencia podrían significar un rápido vistazo de cuerpo o de medio.
El blanco de ese paso peatonal, iba perdiendo su blancura, blanco roto lo llaman ahora. Roto de tanto pisotearlo, de llevarte la tinta en la suela de tus zapatos y así poder recrear tú propio camino cebreado.
Restregando neumáticos ennegrecidos sobre aquellas líneas recién lavadas. Recién perfiladas y perfectamente alineadas. Tan solo te advertiré de su carácter en los días nublados, de su resplandor en los días más soleados y sobre todo en el origen de este código de barras.

La nariz y la boca se expusieron al frescor tras alzar la cabeza, los brazos la siguieron... Con la ventana cerrada, dio por finalizada la noche, impidiendo que su mirada cruzara la calle sin mirar en ambos sentidos.


martes, 28 de enero de 2014

Parcas.

La edad no perdonó a aquella mano vieja arrugada que garabateaba miles y miles de folios a las tantas horas de la madrugada. Los papeles se pusieron pajizos camuflándose en la mesa de madera mal barnizada. Y la pluma se había convertido en una parte esencial del mobiliario, quedándose unida por la tinta reventada de su cabezal.
La imaginación no me escaseaba, pero mis fuerzas apenas me mantenían en pie.
Una agrietada silla de madera quebraba mi espalda cada noche y una vela iluminaba línea a línea mis párrafos.
Recuerdo una noche en particular. El mercurio del termómetro quedó congelado, mi aliento, bajo cero, se dio a descubrir en forma de humo y la pluma dejó de escupir tinta.
Una segunda sombra rondaba en esa habitación, escondiendo su rostro en la oscuridad.
Ahí estaba ella, saliendo de la rinconera donde la luz de mi vela apenas llegaba.
El frío llegó con su presencia y se marcharía con ella, junto conmigo también.
Mis utensilios de escritura dejaron de funcionar a la misma vez que mi reloj digital estaba llegando a cero.
La parca dejó caer arena sobre la mesa, mientras me susurraba al oído la cuenta atrás.
Y mis últimas palabras no fueron dichas, si no, escritas. Esa fue mi última obra, el relato de mi vida.


 “A mi reloj le faltan horas”

sábado, 25 de enero de 2014

Jumeras y rastrojos.

Entonces fue como el frío volvió a recorrer su cuerpo de pies a cabeza, como un rayo que salió de la nada iluminando todo su interior. Las manos se volvieron de hielo, los nudillos se agrietaron y el bello reaccionó como la espuma. Las rodillas claqueteaban por su propio pie.
El alma se quedó petrificada, el bao empañaba el espejo e inundaba la habitación, provocado por el incendio de aquella calada de jumeras y rastrojos.
La lámpara empezó a dar calidez a aquellas desenfocadas paredes verdes de gotelé.


Con los brazos abiertos y la mirada perdida en el techo, pasa granito a granito mi reloj de arena.

domingo, 19 de enero de 2014

Bagheera.

Todo comenzó con su busca y captura. La veda se había abierto.
Ya me había sacado la licencia de peso ligero, lo básico entre las multitudes...
Con el tiempo adquiriría el de los pesos pesados pero hasta entonces tenía que buscarme algo pasajero hasta tal fecha.
Llevaba tu perfil anotado junto a tus dimensiones de 660cc de pura fuerza felina. Negra como la noche, ligera como una pantera, pelaje brillante e increíbles curvas salvajes. Una vez subido en tu lomo tu altura comprobé, tu rugido aceleró mi motor de combustión interna... Supe que eras para mí.

Fue la primera vez que  fui y con un solo disparo para darte caza.

miércoles, 15 de enero de 2014

Mi paracaídas.

Mis rodillas temblaban sin ni siquiera tener frio, mi mandíbula claqueteaba con los dientes, simulando a una metralleta en modo automático. Mi piel erizada tiritaba como un cuerpo desnudo a la intemperie. Y mis manos, contradictorias, sudaban sin cesar.
El arnés bien sujeto, amarres y mosquetones listos para volar. Mientras que tú me abrazabas por la espalda. Defendiendo mi retaguardia y el desplome de mi cuerpo al caer.
En primera línea, esperando mí turno, el empujón de salida estaba por llegar. A tan solo un pie de distancia. Saltando al vacío con confianza y de cabeza sin prejuicios. Con la fidelidad, por las nubes, en mi equipaje de mano aéreo. Segregando adrenalina por los poros de mi piel.
Un cordón de seguridad competía conmigo en la bajada, separando la caída libre por simples vistas al mar. Los nudillos se cerraban con dureza, aferrándose a la empuñadura. Que al final acababas cediendo...
Los rayos del sol se proyectaban en la brillante lona, reflejando un precioso arco iris bajo mis pies. Sin prisa y con cautela, con la cabeza por las nubes junto con el resto de mi cuerpo...


Allí arriba, todo se ve desde otra perspectiva, desde otro punto de vista... Evitando una caída en picado gracias a “mi paracaídas”.

http://www.youtube.com/watch?v=LbTplcVVWIs

domingo, 12 de enero de 2014

Caminante.


Un camino, consta de un tramo simple o complejo, que tiene su salida y su meta.
Recorres ese camino mirando si persisten esas mismas piedras con las que te tropezaste, si la hierba ha aumentado su densidad, que las colillas dejen el rastro de un fumador insaciado por su nerviosismo.
Lo recorres pisando fuerte, esquivando esa fila negra de trabajadoras que recorren contigo tu camino. Lo recorres con la cabeza alta y a su vez con ella baja, evitando las ramas caidas de aquellos árboles que contaron las veces que te vieron pasar.
El sol que deslumbra. La luna que ilumina. Día o noche, sin importar el cuándo.
Te encuentras atajos, caminos asfaltados, losas agrietas y otras que se perdieron de tanto galopar.
Se tratan de caminos, con un apodo a quién nombrar.

 “Sin caminante no hay camino, se hace camino al andar”.

http://www.youtube.com/watch?v=WUlXmMoh79U

domingo, 5 de enero de 2014

Dientes de león.


Las pestañas se jubilaron por antigüedad, quedando libres de pecado. Los deseos quedaron plasmados en el papel endeble de un contrato. Con aquellos dientes de león rondando por el aire, con garabatos que pactaban un acuerdo, sin leer la letra pequeña del final.

El pulso parecía firme y estable. Las pupilas se dilataban a cada segundo que el bolígrafo serigrafiaba aquella condena. Y las pulsaciones bombeaban sangre a aquella mano tonta que firmaba sin pensar.

jueves, 2 de enero de 2014

El cochero prisionero.

A la par y a trote ligero, tiraban con fuerza, por senderos y caminos, aquellos dos siameses jamelgos, de buena familia y un gran pedigrí. El pecho elevado, hacia delante, vista al frente y andares con elegancia. Arrastrando un cofre sobre ruedas, un baúl lleno de poliéster y seda. Posaderas y sillones de algodón, coloridos y con acabados de madera.
Un lazo en cada mano simulando que tengo el poder, procurando su tramo rectilíneo de aquel pedregoso camino. Soy un cochero prisionero con síndrome de jinete, custodiando a esos dos corceles. Encarcelados por grilletes de cuero, con una condena de por vida y la moral para el arrastre. Corrigiendo mi oscura vida de malhechor, en esta vida de cochero...
Su fachada de fina piel y crin decoraba el carruaje.
El alma era quién hacía el resto, tirando de su prisión realmente.
Por las noches un viejo candil minero calentaba mi hombrera izquierda a la vez que ilumina el pasaje. Con la visibilidad reducida y una brújula defectuosa.
Mi columna vertebral deberá acostumbrarse a esa inclinación de 65º, mis globos oculares irán perdiendo dioptrías con cada noche y mis huesos se irán aferrando a la humedad del crudo invierno.
Así sería mi cadena perpetua... de cochero perpetuo...

Al llegar a casa mi sombrero de copa reposará con un merecido descanso, ya que durante el trayecto se utiliza como gesto de saludo cordial ante los nobles y sus damas.

http://www.youtube.com/watch?v=T2DScVGCFeI