jueves, 20 de febrero de 2014

Masajista.

Poseías un arma más infalible que una granada de mano. Despojándote de tu anilla podías ocasionar una explosión en cadena sobre mi espalda. Con las manos podías hacer gritar, a los cuatro costados del mundo, un placer sanador.
Tus manos y mi cuerpo se imantaron, quedando atrapados en un campo magnético.
Tumbado y relajado. El alma quedó aferrada al cuerpo para sufrir la misma condena.
Los hombros se quejaban con la primera pasada, la espalda... tan solo gozó en silencio.
Las extremidades declararon su lealtad ante ti, cada tejido aclamaba tu nombre y mi pecho, envidiado, esperaba su turno. Estaba en tu poder.
Tu juego de manos era lo prohibido, recorriendo todos los recovecos de mi espina dorsal.
Al terminar la sesión, la atracción de tus manos menguó, liberándome de aquella fantasía terapéutica. Desperté de aquel sueño, volví a poner los pies sobre la tierra y despegué de ese lugar.

"El lenguaje profundo de las manos"

sábado, 15 de febrero de 2014

Shooter.

Empapé el espejo del baño buscando algún último mensaje que me hubieras dejado, aunque me equivoqué. Ahí no había nada más que suciedad y soledad en el reflejo.
Abro la ventana, por si mis miedos quieren saltar al vacío.
A lo lejos tu ventana y tu presencia asomada al balcón. Me guiñabas un ojo y no era por cortesía. Sostenías un arma de destrucción a distancia con mira telescópica y puntero laser. Un led enrojecido, una línea fina de fibra óptica apuntaba a mi pecho...

Apretaste el gatillo. La bala siguió la trayectoria marcada en su objetivo. Impactando directo en la diana, justo donde había puesto la mirada. Atravesando el torso, sin piedad, llevándose todo tejido que se ponía en su camino tras salir por el dorso. Una herida que con el tiempo llevaría tu nombre. Sangrando y mal herido, esperaré que el orificio de bala cicatrice, mientras tanto, seguiré siendo un puto yonki que se droga sin ganas.

lunes, 10 de febrero de 2014

Caminos peligrosos.

Un ligero dedo se desliza por una fina piel, tensa, suave y sobre todo de aquella mujer.
Recorriendo una empinada espinilla para llegar a la primer rotonda de aquella bonita pierna, “la rodilla”, girando tantas veces con el dedo por esa rotonda buscando la salida más adecuada.
Me divido en dos, ambos tomamos el mismo camino sobre una ladera más blanda e igual de empinada, “el muslo”.
En este punto marchamos cinco, y proseguimos el camino. Todos seguimos recto, hacia arriba, tapándonos con unas curvas muy peligrosas, “las caderas”.
Unas curvas tan pronunciadas y delicadas por su sensiblez, que cualquier motero acabaría por los suelos.
Cambiando de ruta, partimos hacia otra rotonda, con diferencia con respecto a la otra, siendo más peligrosa que la anterior. Incorporando un pequeño cráter “el ombligo”. Muchas leyendas hablan de esta circular, pero no perdamos mas el tiempo.
Giro brusco a la derecha, reduciendo el número de miembros, ahora somos cuatro.
Siguiendo el rumbo marcado.
Casi llegando a nuestro destino, nos encontramos con la frontera, mucho más peligrosa que la ruta 66.
Separándonos del otro lado, una pared con una mezcla de tela elástica, encajes negros y algún que otro lacito rosado.
La mitad de nosotros nos quedamos rezagados en tal cordenadas, restando solo dos.
Dos motores siguen por su jopete a golpe de gas, con el aire en contra, lágrimas que se quedan atrás, causadas por los vientos de la velocidad.
Ya casi llegando al destino… pasamos por un pavimento enrojecido, tal vez, ese color se deba a la extensa fricción de esa zona, “los labios”.

Nos topamos con algo peligroso, un camino fino, brillante y con zonas resbaladizas, “la nariz”. A velocidad moderada y con una relación de marchas altas conseguimos pasar el lugar, llegando a nuestro destino.
 Ojos grandes como platos, con un color muy cremoso y unas pestañas tan largas que se pierden en el cielo.

Así concluye mi trayecto en moto, descubriendo carreteras con las manos en un cuerpo de mujer.

jueves, 6 de febrero de 2014

Arenas del tiempo.

Una vez más el tiempo entró en escena, volteando de nuevo el reloj de arena. Volviéndose a escuchar el tintineo de la arena fina al caer. Y con síndrome de ceniza volcánica.
Dos compartimentos unidos por mundos paralelos, comunicándose entre sí. La cúpula superior pasado, la inferior futuro. Sobreactuando durante un tiempo determinado, para un posterior cambio de personalidad.
El tiempo es como una tela de araña, débil, fina y moldeable. Manteniéndose a flote con unos buenos cimientos, anclajes y unas buenas ataduras con lazos dobles cruzados. Yendo todo como la seda. 
Arañas con complejo de costureras, fabricantes del tiempo, tejiéndolo entre sus patas traseras. Moldeándolo a gusto del consumidor. 

lunes, 3 de febrero de 2014

Zocato.

 Los ojos derramaban lágrimas de sangre, inyectados con tal fluido. La mano izquierda, en forma de cabestrillo, se mantenía rígida y flotante por la soga que muchos ahorcados cayeron por no acertar la última palabra del crucigrama. Y un robusto martillo golpeaba con brusquedad la débil puerta de su mente.
Mi vela aún seguía encendida, vertiendo la cera al borde de la mesa. El papel y el bolígrafo murieron de soledad, arrastrando consigo las palabras que nunca llegaron a brotar...
El copyright se mantenía, pero el autor al margen, un tiempo, estaría.


Los relatos del manco zocato.