miércoles, 15 de junio de 2016

Vikings.

La trenza de mi barba apuntaba hacia el enemigo, la misma dirección en la que soplaba el viento.
La empuñadura de cuero de mi hacha se retorcía de dolor al apretarla con dureza. Odín bendecía el filo de mi arma y los escudos, al golpearlos, subían el autoestima.
Los cuernos sonaron mientras que los enemigos iban cayendo.
Y con el último grito dio por finalizada la guerra,  de tal forma que mi hacha sació su sed con tu sangre.

El cuervo sentenciaba sus almas y la parca las recogía por todo el campo de batalla.

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