Se
dejó caer, como hoja que cae en otoño, que no quiere crecer, muriendo en una
montaña de colores pajizos y caducados.
El
viento arrastró la cumbre de hojas, que manifestaban su rebeldía caduca. El
naranja predominó sobre el verde pradera, dando a conocer la verdadera edad de
sus raíces.
El
sol se colaba entre los huecos se su calvicie, mostrando vistas que en otras estaciones
no llegábamos a ver. Y poder así descubrir chabolas de barro y leña.
Aquel
lugar dejó de ser, por una temporada, mi lugar de acogida, mi refugio, mi sitio favorito donde poder descansar. La sombra que proyectaba aquel vejestorio de
madera cambió, quedando el vacío entre sus ramas. El sol recayó por el oeste.
Quedando una bonita postal, saturada, del paisaje y con retoques en sepia,
Para
nosotros la edad nos pasa factura, para ellos son las estaciones.